viernes, 27 de noviembre de 2020

ASIMILACIÓN EXISTENCIAL


 

Estaba nerviosa. Era la primera vez que salía sola desde el embarazo, eso ya hace más de un año. Lo pensé en la mañana, y no sabía bien si me atrevería a hacer lo que estaba pensado; entonces dije en voz alta:

-Amor

-Dime

-Después de almuerzo voy a ir al centro…sola

Fue la frase más osada que he dicho en todo este tiempo, y me da mucha risa admitirlo, porque es parte de la nueva etapa que estoy viviendo; y afortunadamente Fabián me apoya en el aspecto de cultivar mi espacio y tiempo a solas.

Elegí que ropa usar. La mayoría de ella me queda, solo las blusas y poleras hacen notar mi barriga post parto. Todo este tiempo he usado blusas anchas que disimulen un poco esa zona, pero hoy decidí asumirme: me puse una polera ajustada que evidenciaba mis nuevas curvas y anatomía: lucí con tranquilidad mi exceso de grasa y piel abdominal. Mis pechos lácteos lucen frondosos, aún más que antes, las gafas de sol no solo me protegían, sino que ocultaban mis ojeras de noches maternales.


Cuando iba caminando por la plaza lo hacía rápido, apresurada por la culpa de dejar a mi hija sola; luego me dije a mí misma que no estaba sola, sino con su padre, asi es que me relajé y disminuí el paso. Me sentí extraña: no había nadie dentro de mí mientras caminaba; nadie al lado mío que tomase mi mano, ningún coche frente a mí que empujara por la vereda: era mi cuerpo solo el que transitaba; y mientras lo hacía me sentía una persona más cohesionada, más sólida, responsable de algo más que mi propia existencia, pero aún así caminaba sola. En los contactos con extraños no perdí el sentido del humor, pero notaba que hablaba desde otra vereda: era algo muy parecido a una seguridad existencial por el solo hecho de cuidar de otro ser humano, como si eso me convirtiera en alguien diferente a la que he sido hasta hace poco.


Con el apremio de quien transita en medio a una pandemia, me fui a comprar inciensos y zapatos, que – según Fabián – me los merecía, jeje. Cuando llegué a casa, la beba estaba despierta! La saludé y se durmió. Luego la amamanté, regalonee y a los brazos de Morfeo nuevamente, lo que me permite estar relatando esto. Mi casa huele a incienso de lavanda, la beba duerme, hay poca loza que lavar, Fabián ordenó el living y lavo ropa; ahora solo nos resta tomar once y comenzar a hacer mi banco de leche. Hoy todo ha fluido en la nueva normalidad.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Madre no se nace, se hace.

 



 

Tuve una profesora que, ante temas complejos, siempre terminaba el asunto con la sentencia “existe una diferencia entre lo real y lo ideal”. Siempre sonreía cuando la escuchaba decir eso, porque consideraba – dentro de mi practicidad cotidiana -  que tenía toda la razón.

Durante mi periodo de gestación, tenía muchos deseos o prácticas como ideales a realizar una vez que naciese mi hija; como por ejemplo, usar pañales ecológicos, lactancia materna exclusiva desde el primer día, no usar tete entre otras que aún no descubro. Sin embargo, resulta que la realidad me ha dado una bofetada a lo que había idealizado como una práctica, pues todas estas prácticas me resultan en este momento románticas e inhibidoras de mi existencia como individuo: me resulta opresor perderme o anularme como mujer en pro de los pañales ecológicos o más abrumador, dejar de existir debido a la lactancia exclusiva. Lo he intentado dos días, y han sido dos días de auto anulación, donde me he reducido a estar sentada viendo el día pasar, mientras mi hija succiona mis senos y juega con ellos. La amo, y quiero que se alimente de la mejor manera, pero me cuesta conciliar eso con la necesidad de mantener mi ser y mi cotidianeidad: no quiero anularme ni perderme en ser madre para dejar de ser mujer. Quiero creer que ambas no se contradicen ni son diametralmente opuestas, que puedo alimentar a mi hija de manera mixta y tener un tiempo para mí; que la naturaleza me perdone por producir tanta basura con pañales desechables; ¡que mi hija me perdone por ofrecerle la quimera de un tete de plástico, aunque sea el mejor del mercado, solo le pido que entienda que estamos en un proceso en que nos estamos conociendo y asimilando en nuestras vidas, que su existencia me estremece y me conmueve, pues esta responsabilidad vital me hace temblar y me impulsa a abrazarla para protegerla, porque definitivamente es otro tipo de responsabilidad, incomparable, vital, mortalmente seria. También es otro tipo de amor, que aún no tengo palabras que puedan explicarlo, pues lo estoy descubriendo al mismo tiempo que me estoy descubriendo como madre. Tal vez madre no se nace, se hace; como podría decir Simone de Beauvoir. Desde el punto de vista positivo, me encantaría “hacerme madre” y no responder al estereotipo de la mujer que “nace madre” solo por el hecho de ser mujer, ni ser una mártir con los senos ensangrentados que luce orgullosamente la anulación de su existencia. Quiero creer que ambas podemos coexistir en amor; y cada vez que deba priorizarla, pueda hacerlo con amor y no como una mártir romántica que en el fondo le duele su elección, ni guardar resentimientos que años después se los diré en momentos de rabia e impotencia. Quiero que aprenda de mí que debe ser mujer antes de todo, no anularse, ni autoflagelarse emocionalmente solo para responder a un estereotipo; pero al mismo tiempo, que actúe con amor y libertad en cada una de sus decisiones en lo cotidiano, que es verdaderamente donde nos movemos y existimos.

domingo, 11 de octubre de 2020

CUERPO FISICO Y CUERPO ETÉREO




O de cómo nos asumimos en la incertidumbre

 

Ayer fue el primer día que me bañé. Aunque fue un baño por partes – hay que decirlo -. La última ducha real que tomé fue la que me di antes de ir al hospital.

Tuve un parto de emergencia, por preclamsia que evolucionó a una crisis de hell. Recuerdo haber leído ambos términos en los tantos artículos sobre parto que leí durante el periodo de gestación, pero era lo último que aparecía en la lectura, lo nombraban como los casos aislados;  algo así como las contraindicaciones de un medicamento cuya bula nunca leemos.

Entré sola al pabellón, debido a la crisis sanitaria que vivimos: epidural, luces y ojos por todos lados. Una sábana que separaba a los médicos de mí. Fue una operación corta, según yo: escuché un llanto y no podía creer lo rápido que había sido todo! Me emocioné hasta las lágrimas;  fue el llanto más hermoso y cristalino que había escuchado. La matrona con mi hija en sus brazos,  se detuvo unos segundos ante mí para que pudiese verla. “Eres hermosa”  -le dije. Después de eso, se la llevaron de la sala.

Desperté en la UCI del Hospital Higueras de Talcahuano, bastante adolorida y sin mucha claridad de lo acontecido. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me dijeron que mi pequeña estaba en la UCI de neonatología, por ser prematura y tener un bajo peso, junto a una leve dificultad respiratoria. Ambas estábamos en una situación compleja, y mucho más mi hija, que enfrentaba el mundo completamente sola: desde la seguridad del útero a la inhospitalidad de una sala UCI en los primeros momentos de la existencia: sola. A pesar de eso, su situación era estable.

Por mi parte, la hipertensión no daba tregua, lo que tuvieron que comenzar a tratar con medicamentos. Eso dio resultado, además de la sangre que tuvieron que trasfundir. Ese episodio de la anemia y trasfusión no lo recuerdo muy bien: solo recuerdo que un domingo, a la hora de cambio de turno, comencé a sentirme mal. Primero comenzaron a salir coágulos por mi boca, los que tenía que escupir en un papel desechable y al que no le dimos tanta importancia. Luego me sentí realmente mal: mi presión subió de tal forma que todos corrieron a verme. Comencé a desangrarme por la vagina; me vi en un charco de sangre y coágulos mientras todos reaccionaban a hacer algo. Recuerdo que una médico joven metió su puño por mi vagina para hacer una especie de succión y que salieran los coágulos. Luego vino una enfermera un poco más temperamental y con una rápida y efectiva presión en mi barriga hizo que salieran aún más.

Rápidamente me llevaron a pabellón por un legrado. Me explicaron lo que sucedía, pero poco fue lo que entendí. Solo sabía que ante mí estaba la posibilidad de vivir  o de morir. Fue lo único claro y real que tenía en ese momento. Obviamente no quería morir! Tenía mucho por lo que quedarme en este plano del mundo: una hija de días, un hombre que amo y me ama con la misma intensidad, una familia esperándome y muchos planes por delante; sin embargo la posibilidad era tan real y latente como su opuesto.

Después de salir de pabellón, y ya despertando de la anestesia general, recuerdo imágenes de corazones pixelados, como las que muestran en las caricaturas de los personajes que están drogados. Preguntaba por Fabian, por mi hija; le decía al primero que lo amaba, y a la segunda que resistiera. Me sentía drogada, como una tercera conciencia que hablaba por mi.


Al volver a la UCI, me trasfundieron sangre, porque estaba en un cuadro crítico de anemia: no tenía fuerzas y mi aspecto era fantasmagórico. No pude dormir todo ese dia que me trasfundieron sangre: sentía que tenía algo vital dentro de mi, que no me permitía estar en un estado de reposo. Fue una sensación muy extraña: era una energía inusual, algo que me revitalizaba interiormente de forma metafísica.

Hice muchos esfuerzo por enviarle leche calostro a mi pequeña que estaba también en la UCI, al menos para que tuviera un pequeño sabor a mí, que supiera que su madre estaba recuperándose para poder atenderla y abrazarla.

Días después me dieron el alta de la UCI. Entonces me llevaron a la sala de maternidad, pero sin mi hija. A esas alturas,  a pesar de estar más estable, no quería hablar con nadie. Todo lo que había sucedido me era tan confuso e inexplicable que me agotaba emocionalmente tener que contarlo, justamente porque ni yo lo tenía claro. Me sentía tan desorientada, incierta, temerosa, angustiada, imposibilitada de poder hacer algo al respecto. Todo lo que planeamos se había tergiversado, todo lo que imaginamos se convirtió en su completo opuesto.

Ya en la sala de maternidad estaba un poco más estable, pero bajo estricta observación: no podía caminar ni ir al baño sola, tenía que esperar a una Tens o enfermera que me ayudase y mi presión no era la mejor. Justamente la hipertensión fue la que me provocó una nueva crisis: taquicardia y convulsiones me llevaron nuevamente a pabellón, previo análisis en un scanner de dimensiones marcianas, para lo que tuve que firmar una autorización. La hemorragia no cesaba porque un milimétrico error al cerrar la herida de la cesárea: un vaso sanguíneo interno continuaba goteando. Intenté mantener la calma, pero me era muy difícil controlar las emociones, mis miedos e incertidumbre: no podía garantizar estabilidad ni para mi ni para los demás.

Al volver a maternidad, mostraba una leve estabilidad, pero aún me mantenían bajo observación, sin saber qué dia podría ver a mi hija e irme a cada. A ese entonces ya llevaba cinco días  hospitalizada. Al séptimo día dieron el alta a mi hija: al fin pude verla, olerla, tomarla en mis brazos, colocarla en mi pecho. La primera noche durmió en mi pecho. Las demás mujeres que estaban también en sala, me decían que se podía mal acostumbrar, que mejor no lo hiciera. Poco me importaba lo que dijeran: la pequeña Millaray llevaba una semana sola en este mundo ¿Cómo podría negarle mi regazo? Había mostrado un temple extraordinario! Y nada necesitaba más en ese momento que los brazos de su madre. Los sermones de madres veteranas los mandé al carajo.

Fue el día martes de la semana siguiente que al fin me dieron el alta. Me fue a buscar mi amor junto con mis padres. Salí del hospital con mi hija en brazos, una epicrisis de sesenta paginas aproximadamente, mi caminar lento y el agradecimiento a todas las funcionarias y funcionarios que literalmente me salvaron la vida en este proceso.

Al estar en el hospital, me di cuenta que todos son médicos y medicas; desde la señora de la limpieza hasta el director del hospital: todos tienen el mismo grado de relevancia. Solo la cercanía y empatía es la que realmente hace la diferencia.

Y ahora que estoy en casa, nos cuidamos mutuamente para poder estar bien. Por eso me tomé un tiempo para limpiar por partes mi cuerpo físico y etéreo: observarlo detenidamente, ver las cicatrices, puntos, marcas; todo por separado. Aun no me atrevo a asumirme completamente desnuda, pues me hace sentir vulnerable, trémula, frágil. Tampoco consigo dormir con la luz apagada, ya que me es una invitación a lo incierto, y de incertidumbres ya he tenido bastante. Voy por partes, con pequeños y seguros pasos, no puedo caerme, llevo a alguien en mi regazo; y si me tropiezo, tengo manos amadas que me sustentan y una fe en que la Eterna Sabiduría me brindará la seguridad necesaria para emprender esta nueva vida

viernes, 8 de mayo de 2020

DE JUSTICIAS Y LEGALIDADES





Es evidente que los tiempos que estamos viviendo – de crisis social y de salud – sale a flote lo mejor y lo peor del ser humano. En realidad, nos volvemos transparentes, se muestran lo más íntimo de nuestros deseos, sentimientos e impulsos.

Cuando veo noticias sobre encuentros y desencuentros en las calles, por personas que desobedecen la autoridad, por autoridad que desobedece a las personas y al sentido común; me llama mucho la atención que en situaciones tensas entre la autoridad y los civiles es el sentido común lo que menos prima para solucionar los problemas, manifestando un apego irracional a la ley, a lo “correcto”, amparado –nebulosamente, por decir lo menos – en lo justo.

Y cuando hablamos de justicia, sabemos que puede ser subjetiva e imparcial, es por eso que acudo a la sabiduría que mi fe proclama, en busca de una directriz y luz para entender los desencuentros entre autoridad y civiles; principalmente cuando veo a mujeres mapuches en conflicto con la autoridad local en Temuco.

Las imágenes hablan por sí solas: Carabineros forcejeando con mujeres mapuches: toman sus mercaderías y las tiran al suelo. Confieso que esa imagen ha sido muy fuerte para mi, pues desde niña me han enseñado que la comida es sagrada, que no se bota ni debe desperdiciarse; entonces cuando  veo a la autoridad tirar un canasto de manzanas como si fuese basura o un decomiso de drogas (me pregunto si también lo harán así) me llena de desconcierto. Me pregunto entonces ¿Qué es lo justo? ¿Están cometiendo las mujeres una ilegalidad al vender en la calle? ¿Por qué el payaso de McDonalds puede vender sus hamburguesas en el mall y las mujeres no pueden vender sus verduras en la calle? ¿Por qué lo primero es legal y lo segundo ilegal? ¿Qué los diferencia?

El profeta Isaías también vivió en una época de desigualdades sociales y confusión en cuanto a lo que era justo y correcto. Y cuando se encontraba frente a estas encrucijadas, el Espíritu de Sabiduría lo inspiró a proclamar:

¡Ay de los que dictan leyes injustas y emiten decretos opresivos! Con ellos evitan la defensa de los pobres, y les niegan la justicia a los afligidos de mi pueblo; ¡despojan a las viudas y les roban a los huérfanos!
(Isaías 10:1-2)

Es sabido que las viudas y los huérfanos eran las personas que socialmente debían ser más protegidas; justamente porque eran ciudadanos vulnerables, generalmente pobres. Todos los judíos debían servir a su Dios sirviendo también a ellos, auxiliándolos y defendiéndolos siempre de cualquier tipo de opresión. Pero en el tiempo de Isaías ocurría todo lo contrario: los que dictaban las leyes no defendían a los pobres, sino que los oprimían y les negaban sus derechos básicos. Me imagino al profeta proclamando esto mismo por las calles de Temuco, añadiendo:

Oprimen a las mujeres mapuches y les impiden ganarse su sustento con el fruto de sus manos.
En toda ocasión, los profetas bíblicos llamaron a seguir lo recto y lo justo, como un sabio camino para servir y estar cerca de Dios. Continúa proclamando Isaías:
y aprendan a hacer lo bueno! ¡Busquen la justicia! ¡Reprendan a los opresores! ¡Hagan justicia a los huérfanos y defiendan los derechos de las viudas
(Isaías 1:17)

Independiente de nuestra fe (o ausencia de ella) cada uno tiene grabado en lo más íntimo de su ser lo que es correcto y justo; ahora, que lo legal ampare la injusticia es un tema que debe debatirse sobre todo en la sociedad chilena que estamos viviendo y re-creando, porque al parecer el principal problema es ese: lo legal ampara la injusticia; convirtiendo lo injusto en legal.

Existe la normativa de la eliminación del comercio ambulante, eso está claro: vemos como el comercio establecido es perjudicado por el ambulante, lo que tampoco es justo para ellos en la venta de ropa, artículos de sobre consumo, ¡plásticos miles! que corren al ver venir a Carabineros. Pero, ¿Qué hay de peligroso en una mujer con sus verduras? ¿Dónde está la ilegalidad? Por años ellas han vendido en esa avenida de Temuco, porque es una de las más concurridas. ¡Cual es el temor? ¡Que sus plantas de toronjil compitan con los ansiolíticos y psicotrópicos de las farmacias cercanas? ¿Que las personas prefieran comer una manzana en lugar de una hamburguesa del payaso? Personalmente creo que la mujer mapuche, que planta, ve crecer, cosecha, respeta y sobrevive de sus hortalizas, del fruto de la tierra y de su trabajo, deberían ser proclamadas patrimonio vivo de la humanidad. Mal que mal, estaban aquí antes de que todas las “legalidades” se instaurasen.

Por fe veo al profeta gritar en las calles, deambulando de un lado para otro, haciendo de escudo humano para proteger a las mujeres. Pero mientras tanto, lo legal; lo importante es preocuparse de “hacer justicia”. Por otro lado nosotros, preocupados de mil cosas: primero de sobrevivir ante todo esto, de que nuestras familias estén bien; aprendiendo a lidiar con las incertidumbres de los días actuales; algunos más alarmistas viendo las señales del fin por todos lados, en abejas asesinas, virus venidos de una conspiración mundial, terremotos y trompetas en el cielo. Y ya que solemos ser tan apocalípticos para todo, esto me hace recordar las palabras de Jesús cuando la multitud le insistía que hablase sobre el fin de los tiempos y el juicio de las naciones. Magistralmente, Jesús relaciona lo apocalíptico con lo presente, importante y justo, registrado en el Evangelio de Mateo 25:31-45.

Parafraseando el texto, en el tan ansiado final y sus señales; estaremos ante la  presencia de Dios con toda su potencia y esplendor, entonces Él separará a las personas en dos grupos: los que ayudaron, defendieron y auxiliaron a Dios y los que no lo hicieron. ¡La multitud no entendía nada! ¿Como podrían ellos – simples humanos -  prestar algún tipo de ayuda y socorro al Dios todopoderoso? La respuesta de Jesús es simple:

tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron;  estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.

Dios! Jamás te hemos visto así!, dijo un grupo. A lo que Jesús responde:

De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron.

Y el otro grupo, aturdidos de la impresión, se defiende: ¡Nosotros no te hemos visto así tampoco! Y Dios, me imagino que con una mirada que expresara un “¡inconscientes, no entendieron nada!” les explica que si no lo hicieron con los más pequeños, débiles, desprotegidos; tampoco lo hicieron con Él, porque en realidad nunca han estado con Él y en Él. Ante eso, solo resta el imperativo “¡apartense de mi! El lugar de ustedes no es ni nunca ha sido el de la divinidad, sino el de las tinieblas.


Esto me hace preguntar: ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Cómo reaccionaremos frente al débil, pobre y necesitado? ¿Cuál es nuestro proceder frente a las injusticias? ¿Cómo podremos distinguir entre el oprimido y el opresor? Cuando se me presentan también estas dudas, las Sagradas Escrituras siempre me dan la directriz , luz y discernimiento.

lunes, 31 de diciembre de 2018

SOLO UNA NOCHE. MAÑANA SERÁ OTRO DÍA.


Me pidieron hacer un brindis. Fue ahí que me di cuenta que no estaba completamente en el “ahí y el entonces”.

-Ya, la Dani que haga un brindis. La dueña de casa - dijo mi mamá.

Tomé con desgano la copa de champagne que acepté solo para brindar. Con la mirada baja, la alcé   y dije:

-No sé qué decir. Salud.

Yo, que otrora brillara por mis palabras. Que publiqué un libro hace un par de semanas, no fui capaz de expresarme en un simple brindis.

Observaba el contexto; mis padres y hermano alrededor de la mesa. El año nuevo como en 30 años atrás, todos emocionados. Aunque más que emocionados, conmovidos al comentar las trancas del pasado: los afectos ausentes, las heridas que dejaron, la capacidad de retomar los lazos. Lagrimas caían por las mejillas de los presentes. Yo, estoicamente observaba y escuchaba. Incluso conseguía observarme a mi misma, incapaz de conectar con ninguna emoción, impávida. Estaba presente, pero no conectada.



Le envié un whatsapp a mi contacto favorito. Afortunadamente no tengo activada la opción “visto”, pues hubiese sido más lamentable – e incluso patético – sumar uno más a mi colección de “vistos”.

Llegaron las 00:00. Nos levantamos como se levanta un profesor cuando está sentado en la sala de profes al escuchar el timbre para ir al segundo bloque de clases. Nos abrazamos y me pareció todo como una formalidad digna de ser realizada. Luego de eso, terminaron el champagne, mis padres se despidieron y volvieron a su casa. No hubo música exuberante, no hubo fotos, no hubo televisión. Mi hermano se fue a acostar, mientras se lamentaba el no tener ni las ganas ni la energía para salir a festejar el año nuevo. Yo me dediqué a ordenar la cocina: saqué las cosas de la mesa, lavé toda la loza. Y mientras limpiaba los objetos utilizados, pensaba en como “comenzaba este 2019”: limpiando y ordenando, lo que ha sido la tónica hace una semana. Me sentí una adulta sin muchas cosas que hacer, como para pasar los primeros minutos del año lavando la loza y con eso comprobé mi excesiva preocupación por mantener mi espacio limpio y ordenado. Luego recordé mi cosmovisión mapuche y el wetripantu; el baile existencial al compás de las estaciones y el renuevo. La naturaleza me guía en los cambios y nuevos ciclos. Esto es solo una noche.

Fui al baño a limpiar mi rostro antes de dormir. Me observé y percibí que no había ni siquiera un rastro de maquillaje en mi rostro, ni siquiera estaba peinada. Improvisé un buzo cómodo y un moño al más puro estilo “domingo de labores domésticas”. Me pregunté el porqué de mi aspecto dominical: no obtuve respuesta y tampoco insistí. Reviso el teléfono y una alumna envía un whatsapp hermoso, agradeciéndome y deseándome un feliz año. Ahí comprobé una vez  mas que las cosas pueden llegar de donde menos lo esperas, las flores florecen inesperadamente, por eso hay que siempre sembrar.

Revisé las puertas, para asegurarme que estuviesen cerradas; apagué la luz y me vine a acostar.
Mañana será otro día.

jueves, 8 de noviembre de 2018


JESSE PINKMAN Y EL ARREPENTIMIENTO COMO BIEN MORAL QUE CONDUCE A LA LIBERTAD.


Al son de la lluvia y en las altas montañas


“Te gustó?” me preguntó cuando le conté que había terminado de ver Breaking Bad; serie que él mismo me había recomendado ver un par de meses atrás.

“Me gustó toda la trama más que el final”- le dije.

Me dijo que estaba bien, así; con una mano con el dedo pulgar hacia arriba.

Luego me fui a duchar, y en esos momentos de tibia reflexión, cuando pienso lo que he dicho y  recuerdo todo lo acontecido en el día, me di cuenta que hubo un desenlace que realmente me gustó: la huida libertaria de Jesse Pinkman.

Jesse Pinkman siempre fue un buen tipo, influenciable y frágil como la mayoría de los jóvenes cuando pasamos los 25; esa tierra nebulosa que nos hace perdernos entre adultos y post adolescentes. Pinkman, si bien participó de todos los delitos de su profesor, socio y amigo Walter White, siempre se mostró muy consciente del mal moral que se producía ante cada decisión fatal que tomaban como sociedad.

Se infiltró en un grupo de recuperación para personas adictas solo para ofrecer la dañina droga a sus supuestos compañeros integrantes, pero eso siempre le pesó; a tal punto que en una escena-  ya al borde del colapso histérico y contradictorio de culpa- le confiesa al guía del grupo que no lo consolara tanto ni lo tratara bien. “Soy una mala persona”, dijo Pinkman. Estoy aquí para hacer reincidir a los que están aqui. “Vendo blue”, la metanfetamina más pura que había aparecido en las calles.

Incapaz, a diferencia de todos sus compañeros, de maltratar y matar niños; siempre defendió lo correcto en un mundo donde debía hacerse lo necesario para estar bien, incluyese eso o no el acabar con el otro. A pesar de haber deseado mucho el dinero reunido con la venta de metanfetaminas, ni el chantaje que recibió para no salir del negocio de las drogas fue suficiente para mantenerlo ahí. Y al final, cuando por remordimiento Heinsenberg le entrega la parte que le corresponde, éste no soporta tenerla, porque está manchada de sangre.

En un acto enajenado, sale por las calles tirando fardos y fardos de dinero. Le ofrece su fortuna a un pobre anciano, renunciando a él por completo. Quiere acabar con su profesor; aunque más que acabar con él, lo que quiere es acabar con lo que representa, acabar con la injusticia e impunidad porque “él no puede hacer siempre lo que quiere”, tal como le confesó al entonces vivo Hank, jefe de la DEA.
El arrepentimiento, la consciencia de justicia del joven Pinkman y la lucha dualista de quien está recién conociendo como funciona el sistema, hace de este personaje uno de mis favoritos de la serie, como ideal romántico de justicia y verdad.

Vio morir a las personas que más quería y fue obligado a cocinar blue amarrado a una cadena, en un laboratorio ajeno, cual perro enjaulado; viviendo en paupérrimas condiciones. Sin embargo no había placer ni voluntad en ese cocinar: estaba encarcelado en un cuerpo que tenía que hacer movimientos que no quería.  Y como no había voluntad ni placer en su hacer, y como siempre hubo arrepentimiento y remordimiento en cada uno de sus actos calificados como sin ética, llegó su libertad. Paradójicamente fue de la mano de su antiguo profesor, al que pudo decirle por segunda vez que no haría lo que le estaba pidiendo: asesinarlo. La primera libertad de Jesse fue mantener su voluntad y decir que “no”; la segunda fue verse físicamente fuera de todo lugar que le vinculase a la metanfetamina. Todos los involucrados estaban muertos. Solo Pinkman sobrevivió. Pinkman y Saul, otro intermediario de voluntad presa.

Pareciera que el arrepentimiento y la consciencia siempre nos libera; ya sea este un pensamiento bucólico o que se refleja en la realidad, pareciera ser al que siempre se aspira, el que nos conduce a un bien mayor, de orden superior, donde la perfección se completa de forma bella, clara y transparente, como la sonrisa del joven personaje al verse libre, yéndose en el auto, siendo completamente dueño de la carretera y del destino, derribando a gran velocidad la reja que lo mantenía preso como última frontera. La consciencia del arrepentimiento o la visión de error que seamos capaces de tener y observar en nosotros mismos, es y será proporcional a nuestro grado de libertad.



domingo, 28 de octubre de 2018


Me quedé sentada en la penumbra
Desnuda
Observando desde la esquina de mi cama,
Con la taza de té
Mi cabello rozando mis senos también desnudos
Con las piernas cruzadas
Cubriendo el entrepiernas
Cual muro ceniciento a su jardín.
Podía observarme como una imagen,
Como un tercero mirando un cortometraje en blanco y negro,
Donde se habla poco
Y se observa más
Junto con el silencio que hace observar los sonidos.
Me vi.
Desnuda pero firme,
Serena pero atenta
Disfrutando de ese exacto momento,
Como si lo fuera todo en la vida
Como si eso fuese la vida
Un instante placentero.


Estela

jueves, 19 de julio de 2018

TIBIO MISTERIO


Hay un “qué” que me es ininteligible, impronunciable. No sé lo que es ni cómo es. Son unos segundos de quietud placida que esboza una sonrisa. Me resulta imposible describirlo con exactitud: solo puedo decir que se asemeja a una satisfacción en el atardecer, una puesta de sol, un reírse de lo absurdo, un pacífico asombro. La voz que se va a través de la mirada, la mirada en la nada, donde todas las imágenes pasan fusionándose.

Un suspiro liviano,
Un tibio misterio,
La alegría de la sorpresa,
El estremecimiento de las emociones
Una ausencia llevadera,
Donde todo me transporta, todo me lleva, todo me emociona, todo me conmueve:
el paisaje natural,
el paisaje urbano con sus luces y ritmos,
la música,
el amor paternal y maternal,
los lugares de otrora,
las calles de infancia,
los rostros de adolescencia,
la casa de los padres, la pieza que me dieron durante tantos años.
Avanzo fluctuante por la orilla de la playa, 
Me voy ensimismada,
Para descender del cielo, cual ciudadano de Macondo:
Es como si pudiese observar la belleza ontológica de todo cuanto me rodea
Y al verla, son como resquicios de Dios,
De belleza y de verdad
Que se pegan en mi piel y me hacen sonreír.
¿Será esto la felicidad?

lunes, 2 de julio de 2018


LA LAMPARA DE SAL
LA LIBERTAD DE LOS ARTÍCULOS V/S PRONOMBRES POSESIVOS


“Estoy pegada mirando una lámpara de sal”, recuerdo haberte dicho mediante letras en aquel 
momento. Y mientras la observaba, sus gigantes granos me susurraban “una”, “una”. Fue entonces que la vi en su totalidad, como un objeto completamente “otro”, sin el pronombre “mi”. Y al ver “una lámpara de sal” y no “mi lámpara de sal”, se mostró más hermosa y clara: era una simple lámpara que estaba en la mesa de centro de la casa que habito (Honguito para los amigos).

¡Es tan liberador carecer del pronombre posesivo! Hace que la proximidad sea más verdadera, más pura y clara, más real: si nada es mío, puedo disfrutar de todo lo que está en este momento o lugar. No existen diferencias. Si no hay deseo o posesión, nos liberamos del sufrimientos, dicen los budistas. Como la palabra crea realidad, me resulta propicio y agradable verbalizarme solo en artículos definidos e indefinidos. Mejor. Sin propiedad privada.

lunes, 18 de junio de 2018

LA IDA



Antes de partir



Lunes por la mañana. 08:02 fui donde la inspectora general (que más que inspectora, es Iris; mi colega amiga) y le ofrecí disculpas por no haber participado el viernes de la actividad del día del padre; y por algún eventual tono de voz desagradable.

-No te preocupes, Dani. Se entiende que en estas fechas de conmemoración es difícil para los que están a la distancia.

-Si, es verdad. Además que mi padre no ha estado muy bien; entonces en ese contexto no soy el alma de la fiesta.

-¿Sabes Dani? A veces pasa que las personas se van antes de partir.

-¿Es decir que solo queda el cuerpo laburando por ahí?

-Exactamente. Después que hablamos el día viernes, me quedé pensando “¿se nos fue la Dani? ¿La perdimos?”

-No lo había pensado, fíjate. Interesante. Le daré vueltas al asunto.

Y ahora que lo pienso, tiene mucho sentido. Hay un pasaje del Evangelio donde Jesús dice “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Entonces la pregunta es ¿Dónde está mi tesoro? Y resulta que la respuesta no es clara, pero sí tiene un haz de luz que me dice donde no está: ya no está en la Patagonia. Se ha ido con la crecida del río. Tal vez esté congelado en algún lugar, oculto por la nieve; quedando como evidencia para las futuras generaciones de que alguna vez existió.

Se ha extraviado mi tesoro. No es que no exista; no es que no lo sienta: solo que no sé dónde está. Escucho su voz, siento su calor, pero no sé de donde proviene. Ayer, mirando la lluvia dominical, pude sentir su cálida presencia: esa alegría sin motivo. Existe, pero no sé dónde está.

Debido a esto, he dejado de lado las planificaciones, los planes y programas, los cinco minutos de anticipación a todo evento: todo parece irreal, fluctuante, ligero; en el límite de gravedad cero. Es un desprendimiento fácil, que no pesa, que no me agota. Me he ido tantas veces de tantos lugares; y cada vez es tiene un factor que lo hace un tanto diferente: el eterno retorno nietzscheano. Es interesante observar como todo es cíclico, como se repite una y otra vez, como una lección que nunca acaba, pero en la cual siempre se avanza.


Se ha extraviado mi tesoro, como el unicornio azul de Silvio Rodriguez. Sin embargo, en el fondo siempre sabemos hacia donde apunta la brújula, solo que nos cuesta verlo. Tenemos una brújula como la de Jack Sparrow, que no apunta hacia el norte, sino hacia lo que más desee la persona que la sostiene. Saber donde no buscar, ya es un buen comienzo.


martes, 15 de mayo de 2018

EN LA MISMA VUELTA PLANETARIA


17 años después



“¿Qué wea’ nos pasó?” fue  lo que nos preguntamos 17 años después; cuando el punk rock y las salidas a la playa ya no formaban parte de nuestro cotidiano.
Hace 17 años  – la mitad de nuestra vida actual, la mitad de nuestro camino recorrido- pensamos que el futuro era el hoy. Sucede que el hoy se ha prolongado y vivimos lo que pensamos seria el futuro.



¿Qué nos pasó, flaca? Pasó que evolucionamos intelectualmente, laboralmente, pero no emocionalmente. Pasó que la realidad adulta, fría y pragmática nos dio una bofetada en nuestro galáctico corazón tomecino. Pasó que siempre creímos, siempre confiamos, siempre esperamos: y en esta selva esas actitudes no llevan a buen puerto. Pasó que leímos demasiado (todos nuestros ídolos ya estaban muertos): la realidad no está en los libros, es por eso que los escritores la crean, como vía de escape.



Pasó que fuimos de los 90’. Nos dijeron que en el 2000 se acabaría el mundo, y les creímos. Nos dijeron que “lo esencial es invisible a los ojos”, y les creímos. Nos dijeron “Chile, la alegría ya viene” y les creímos. Nos dijeron que las emociones y la sensibilidad eran hermosas y sublimes en una persona, y les creímos. Nos dijeron que era mejor ser inteligente que cabrona, y les creímos. Nos dijeron que nos querían, y les creímos. Nos dijeron que mañana estaría nublado variando a chubascos, y les creímos.

Pasó que vivimos en el undergroud, y recién ahora nos damos cuenta que estamos y existimos en la superficie: hemos salido de la platónica cueva, pero la luz que nos rodea nos incomoda. Las sombras no eran personas, sí, pero esa creencia nos protegía de la realidad. Es difícil acostumbrarse a la radiación solar y a los cuerpos palpables, que interactúan, que tienen sus lógicas y leyes de gravedad: no para todos las cosas tienen el mismo peso; no todo se atrae con la misma fuerza e intensidad. Las leyes de la física varían según el ente en cuestión.

Pasó que el humo y la vaguada costera se disiparon de nuestros cerebros. Despertamos a un futuro extraño y nos cuesta comprender sus lógicas y ritmos. Se acabaron las cervezas, se acabaron las tocatas. Pedimos a gritos otra canción, pero la banda ya se ha ido. Se apagaron los micrófonos, el amplificador está en off y  las guitarras guardadas.

Nos veremos en un pub de jóvenes profesionales, con un jazz, bossa nova o rock noventero de fondo. Nos veremos en un café en el centro de la ciudad. Saldremos solo un día en el fin de semana, pues ya es imposible carretear ad infinitum. Nos saludaremos el lunes en la mañana, deseándonos un buen día en ese trabajo que ya no nos causa placer. Hablaremos de créditos, ropa, hipotecas, inversiones, fen shui y comentaremos las técnicas de nuestros psicólogos. Compararemos a los hombres de nuestra vida, evaluaremos similitudes y diferencias, contaremos nuestras historias, hablaremos de maternidad, del rol de la mujer moderna, de cuantas cremas usamos en el rostro y compartiremos los productos y recetas naturales para un buen cutis. Anotaremos en nuestra mente todo lo que nos digamos: nos creeremos.

jueves, 12 de abril de 2018

UNA NOCHE GESTALTICA O SECANDO LOS POZOS CONGELADOS Y ESCONDIDOS.


UNA NOCHE GESTALTICA
O
SECANDO LOS POZOS CONGELADOS Y ESCONDIDOS.



Que sean las 23:50 y yo aún esté despierta, eso para mí ya es una noche en vela. Como me cuesta mucho tener tiempos muertos – a no ser que yo misma decida que serán momentos de ocio productivo – aproveché la silenciosa y nocturna instancia para pensar el porqué de mi insomnio.

Una cosa llevó a la otra: un recuerdo llevó al otro, y como respuesta divina tuve una epifanía: Las lágrimas que salían por mis ojos venían de un lugar oscuro y distante. De un lugar que estaba escondido durante casi una década. Por eso eran frías, pues venía de un paisaje congelado, de un invierno olvidado.

Como este suceso estaba tan escondido en los laberintos de la memoria emotiva y del alma, nunca, pero nunca nunca había sido contado a nadie: esa realidad, ese episodio jamás había sido pronunciado verbalmente, solo existió entre dos personas que tácitamente juraron bajo pena de muerte, jamás revelar tal hecho sucedido.

Y yo soy una persona que cumple sus promesas, pero al mismo tiempo me di cuenta que la única forma de secar ese pozo congelado de lágrimas, era contándolo a un tercero, verbalizándolo. Escribirlo ya no era suficiente, la poesía ya no era suficiente. Entonces me acordé de la Gestalt.

Imaginé a la única mujer que podría contarle esto, y la mentalicé. Te mentalicé Estimadirijilla. Me coloqué cómoda, cerré mis ojos húmedos de lágrimas y te conté toda la historia.

Ahora que ha sido verbalizada – pero jamás oída – el pozo de lágrimas congeladas se ha derretido y secado. Las palabras y sus sonidos barrieron con toda el polvo escabroso que durante tantos años se había juntado en ese escondido lugar. He puesto la casa en orden. El invierno se ha acabado: ahora que sé lo que tengo que domesticar, la situación es más clara. Ahora que sé cómo debo remodelar el lugar, las cosas se hacen más claras. Le pedí a Dios que no me dejara caer. Él me hizo recordad la Gestalt, la Gestalt me hizo recordar a Estimadiriijlla. Cerré los ojos y te conté todo.

Gracias por escucharme.

lunes, 8 de enero de 2018

MENÚ EJECUTIVO






¿Será esto felicidad? ¿Un plato de tallarines con salsa Alfredo en un restaurant gourmet para público adulto joven?

¿Serán estas placidas

lágrimas internas, decoradas con sonrisas silenciosas y cálidas?

¿Será esta pasiva y silenciosa conmoción, estremecimiento; que solo me hace observar y sonreír? 

¿Será esta paz, este sosiego, este mar llano al amanecer, estas flores frescas con gotas de rocío?

¿?
El estar en un lugar hermoso.

¿?

La libertad de no comer el pan ni el jugo que han puesto en mi mesa.

¿?

¿Será esta comunión interna y externa, propia y con los otros?

¿Quizás Gustavo Ceratti con su “Té para tres”, mientras bebo mi infusión de manzanilla?

O el nostálgico sonido de “Yellow”, el primer éxito masivo de Coldplay.

Tal vez sea este helado de tiramisú con crema.

O el amor materno que me rodea.


¿Será este instante eternamente fugaz, que es lo único que realmente poseo?

¿Será el consomé que al principio entibió mi paladar y estomago; que trajo sensaciones de infancia a mi memoria? ¿O estos suspiros lánguidos y satisfechos?

¿?
Silencio
¿?
Soledad
¿?
Dialogo interno
¿?

O:
Lo estéticamente hermoso,

El libro que me compré,

El caminar por las calles de Concepción en un día nublado.

Tal vez una mezcla de todo

Tal vez todo lo contrario.


-Joven, la cuenta por favor:  todo tiene su precio.

sábado, 10 de junio de 2017

LA INMUTABILIDAD DEL SER


De troncos y ramas

Al compás del Ok Computer


Hay una parte del ser que nunca se modifica. Tengo grabadas las palabras que me dijo un amigo – a propósito del axioma/mantra “somos lo que somos”: “Estimada, nuestras costumbres y hábitos podrán cambiar, algunas prácticas o formas de considerar las cosas. Pero hay algo que nunca cambiará; ese ‘algo’ es lo que somos”. Por lo menos fue eso lo que entendí.

El eterno auto retorno; ese es el verdadero ser que no muda. El resto es un eterno “siendo”: existencia en gerundio, esencia en infinitivo. El ser es el único que no está sujeto al tiempo y al espacio, es inmutable, como un atributo divino: la inmutabilidad del ser.

El “siendo”, que son todas las ramificaciones socio espaciales del ser, son las que se modifican: son las ramas que cambian según la estación, pero que siempre estarán unidas al tronco del ser. Ramas se quiebran, secan, pudren, desaparecen, cambian de color o forma, pero el tronco, el tronco es inmutable.

Tal vez la esencia divina que tenemos sea la inmutabilidad del ser: esas raíces que nos hacen parte de la tierra, del cosmos y del todo. El apóstol Pablo le escribe a su amigo Timoteo su segunda carta, en la que le recuerda que “Dios no puede negarse  a sí mismo”. De la misma forma el individuo está compuesto y comparte esta inmutabilidad: no nos podemos negar. Somos lo que somos.

Tal vez el texto bíblico del Génesis, donde alude a que el ser humano está hecho “a imagen y semejanza de Dios” se refiera a eso: la semejanza es la inmutabilidad del ser, el sempiterno yo.


sábado, 11 de marzo de 2017

Fecha de vencimiento: hoy.

De un tiempo a esta parte mi cuerpo ha estado rechazando el consumo – entre otras substancias (sí, con “bs”) – de la carne. No es proselitismo  vegano, sino el simple ejercicio de la libertad y voluntad. Por esto, me aventuré al hummus, germinados y comida leve.

Durante tres días germiné arvejas. Algunas hicieron notar su pequeña raíz, con toda la potencial promesa de vida, otras simplemente fueron inmunes al agua, luz y vida.

Con mis arvejas germinadas hice, con recetas de internet y de mi imaginación culinaria, un hummus de arveja. Hice bastante, por este instinto incomprensible de estar siempre abastecida, obedeciendo inconscientemente a mi conservador eneatipo de avaricia. Al ver la cantidad, pensé inmediatamente en compartirlo con mis amigos, pero la rutina del día a día y la postergación hicieron olvidar mi intención.

Hoy sábado, después de cinco días de la creación culinaria, mi hummus no puede ser consumido. Está amargo, oxidado: sin ninguna posibilidad de ser condimentado o reutilizado.

Observo con pena y asombro el hummus inservible, y comprendo que lo natural, lo real, lo verdadero: todo lo que existe sin preservantes ni colorantes, debe ser en consumido, aprovechado en el momento exacto: el presente, con su pequeño radio de existencia. Recuerdo el pasaje bíblico del libro de Exodo, donde Dios pide al pueblo que recojan solo la porción diaria del maná que haría llover del cielo; ¡solo  la porción diaria!. Lo que se preservaba para el otro día, se agusanaba. La porción que necesitaban era suficiente para el “aquí y ahora”, pues era lo único que tenían. Aquí y ahora, no había más.


Respiro profundo y, al son de Pescado Rabioso, comprendo que las cosas naturales, las que carecen de artificios deben ser vividas y experimentadas solo en el presente. La vida tiene una corta fecha de validez, por eso es de suma importancia aprovecharla mientras está en su esplendor, con su máxima expresión de zoe y bios. No nos guardemos, en recipientes de artificios, nuestras emociones, sentimientos, deseos. Por muy bien guardados que estén, si son reales, naturales y verdaderos, deben ser experimentados en el presente, en su tiempo mismo de creación y existencia vital. Vale para el amor, la alegría, la paz, el hummus de arveja y la vida misma. Que nos valga aquí y ahora. Sempiternamente. Ahora.