viernes, 8 de mayo de 2020

DE JUSTICIAS Y LEGALIDADES





Es evidente que los tiempos que estamos viviendo – de crisis social y de salud – sale a flote lo mejor y lo peor del ser humano. En realidad, nos volvemos transparentes, se muestran lo más íntimo de nuestros deseos, sentimientos e impulsos.

Cuando veo noticias sobre encuentros y desencuentros en las calles, por personas que desobedecen la autoridad, por autoridad que desobedece a las personas y al sentido común; me llama mucho la atención que en situaciones tensas entre la autoridad y los civiles es el sentido común lo que menos prima para solucionar los problemas, manifestando un apego irracional a la ley, a lo “correcto”, amparado –nebulosamente, por decir lo menos – en lo justo.

Y cuando hablamos de justicia, sabemos que puede ser subjetiva e imparcial, es por eso que acudo a la sabiduría que mi fe proclama, en busca de una directriz y luz para entender los desencuentros entre autoridad y civiles; principalmente cuando veo a mujeres mapuches en conflicto con la autoridad local en Temuco.

Las imágenes hablan por sí solas: Carabineros forcejeando con mujeres mapuches: toman sus mercaderías y las tiran al suelo. Confieso que esa imagen ha sido muy fuerte para mi, pues desde niña me han enseñado que la comida es sagrada, que no se bota ni debe desperdiciarse; entonces cuando  veo a la autoridad tirar un canasto de manzanas como si fuese basura o un decomiso de drogas (me pregunto si también lo harán así) me llena de desconcierto. Me pregunto entonces ¿Qué es lo justo? ¿Están cometiendo las mujeres una ilegalidad al vender en la calle? ¿Por qué el payaso de McDonalds puede vender sus hamburguesas en el mall y las mujeres no pueden vender sus verduras en la calle? ¿Por qué lo primero es legal y lo segundo ilegal? ¿Qué los diferencia?

El profeta Isaías también vivió en una época de desigualdades sociales y confusión en cuanto a lo que era justo y correcto. Y cuando se encontraba frente a estas encrucijadas, el Espíritu de Sabiduría lo inspiró a proclamar:

¡Ay de los que dictan leyes injustas y emiten decretos opresivos! Con ellos evitan la defensa de los pobres, y les niegan la justicia a los afligidos de mi pueblo; ¡despojan a las viudas y les roban a los huérfanos!
(Isaías 10:1-2)

Es sabido que las viudas y los huérfanos eran las personas que socialmente debían ser más protegidas; justamente porque eran ciudadanos vulnerables, generalmente pobres. Todos los judíos debían servir a su Dios sirviendo también a ellos, auxiliándolos y defendiéndolos siempre de cualquier tipo de opresión. Pero en el tiempo de Isaías ocurría todo lo contrario: los que dictaban las leyes no defendían a los pobres, sino que los oprimían y les negaban sus derechos básicos. Me imagino al profeta proclamando esto mismo por las calles de Temuco, añadiendo:

Oprimen a las mujeres mapuches y les impiden ganarse su sustento con el fruto de sus manos.
En toda ocasión, los profetas bíblicos llamaron a seguir lo recto y lo justo, como un sabio camino para servir y estar cerca de Dios. Continúa proclamando Isaías:
y aprendan a hacer lo bueno! ¡Busquen la justicia! ¡Reprendan a los opresores! ¡Hagan justicia a los huérfanos y defiendan los derechos de las viudas
(Isaías 1:17)

Independiente de nuestra fe (o ausencia de ella) cada uno tiene grabado en lo más íntimo de su ser lo que es correcto y justo; ahora, que lo legal ampare la injusticia es un tema que debe debatirse sobre todo en la sociedad chilena que estamos viviendo y re-creando, porque al parecer el principal problema es ese: lo legal ampara la injusticia; convirtiendo lo injusto en legal.

Existe la normativa de la eliminación del comercio ambulante, eso está claro: vemos como el comercio establecido es perjudicado por el ambulante, lo que tampoco es justo para ellos en la venta de ropa, artículos de sobre consumo, ¡plásticos miles! que corren al ver venir a Carabineros. Pero, ¿Qué hay de peligroso en una mujer con sus verduras? ¿Dónde está la ilegalidad? Por años ellas han vendido en esa avenida de Temuco, porque es una de las más concurridas. ¡Cual es el temor? ¡Que sus plantas de toronjil compitan con los ansiolíticos y psicotrópicos de las farmacias cercanas? ¿Que las personas prefieran comer una manzana en lugar de una hamburguesa del payaso? Personalmente creo que la mujer mapuche, que planta, ve crecer, cosecha, respeta y sobrevive de sus hortalizas, del fruto de la tierra y de su trabajo, deberían ser proclamadas patrimonio vivo de la humanidad. Mal que mal, estaban aquí antes de que todas las “legalidades” se instaurasen.

Por fe veo al profeta gritar en las calles, deambulando de un lado para otro, haciendo de escudo humano para proteger a las mujeres. Pero mientras tanto, lo legal; lo importante es preocuparse de “hacer justicia”. Por otro lado nosotros, preocupados de mil cosas: primero de sobrevivir ante todo esto, de que nuestras familias estén bien; aprendiendo a lidiar con las incertidumbres de los días actuales; algunos más alarmistas viendo las señales del fin por todos lados, en abejas asesinas, virus venidos de una conspiración mundial, terremotos y trompetas en el cielo. Y ya que solemos ser tan apocalípticos para todo, esto me hace recordar las palabras de Jesús cuando la multitud le insistía que hablase sobre el fin de los tiempos y el juicio de las naciones. Magistralmente, Jesús relaciona lo apocalíptico con lo presente, importante y justo, registrado en el Evangelio de Mateo 25:31-45.

Parafraseando el texto, en el tan ansiado final y sus señales; estaremos ante la  presencia de Dios con toda su potencia y esplendor, entonces Él separará a las personas en dos grupos: los que ayudaron, defendieron y auxiliaron a Dios y los que no lo hicieron. ¡La multitud no entendía nada! ¿Como podrían ellos – simples humanos -  prestar algún tipo de ayuda y socorro al Dios todopoderoso? La respuesta de Jesús es simple:

tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron;  estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.

Dios! Jamás te hemos visto así!, dijo un grupo. A lo que Jesús responde:

De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron.

Y el otro grupo, aturdidos de la impresión, se defiende: ¡Nosotros no te hemos visto así tampoco! Y Dios, me imagino que con una mirada que expresara un “¡inconscientes, no entendieron nada!” les explica que si no lo hicieron con los más pequeños, débiles, desprotegidos; tampoco lo hicieron con Él, porque en realidad nunca han estado con Él y en Él. Ante eso, solo resta el imperativo “¡apartense de mi! El lugar de ustedes no es ni nunca ha sido el de la divinidad, sino el de las tinieblas.


Esto me hace preguntar: ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Cómo reaccionaremos frente al débil, pobre y necesitado? ¿Cuál es nuestro proceder frente a las injusticias? ¿Cómo podremos distinguir entre el oprimido y el opresor? Cuando se me presentan también estas dudas, las Sagradas Escrituras siempre me dan la directriz , luz y discernimiento.

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