viernes, 27 de noviembre de 2020

ASIMILACIÓN EXISTENCIAL


 

Estaba nerviosa. Era la primera vez que salía sola desde el embarazo, eso ya hace más de un año. Lo pensé en la mañana, y no sabía bien si me atrevería a hacer lo que estaba pensado; entonces dije en voz alta:

-Amor

-Dime

-Después de almuerzo voy a ir al centro…sola

Fue la frase más osada que he dicho en todo este tiempo, y me da mucha risa admitirlo, porque es parte de la nueva etapa que estoy viviendo; y afortunadamente Fabián me apoya en el aspecto de cultivar mi espacio y tiempo a solas.

Elegí que ropa usar. La mayoría de ella me queda, solo las blusas y poleras hacen notar mi barriga post parto. Todo este tiempo he usado blusas anchas que disimulen un poco esa zona, pero hoy decidí asumirme: me puse una polera ajustada que evidenciaba mis nuevas curvas y anatomía: lucí con tranquilidad mi exceso de grasa y piel abdominal. Mis pechos lácteos lucen frondosos, aún más que antes, las gafas de sol no solo me protegían, sino que ocultaban mis ojeras de noches maternales.


Cuando iba caminando por la plaza lo hacía rápido, apresurada por la culpa de dejar a mi hija sola; luego me dije a mí misma que no estaba sola, sino con su padre, asi es que me relajé y disminuí el paso. Me sentí extraña: no había nadie dentro de mí mientras caminaba; nadie al lado mío que tomase mi mano, ningún coche frente a mí que empujara por la vereda: era mi cuerpo solo el que transitaba; y mientras lo hacía me sentía una persona más cohesionada, más sólida, responsable de algo más que mi propia existencia, pero aún así caminaba sola. En los contactos con extraños no perdí el sentido del humor, pero notaba que hablaba desde otra vereda: era algo muy parecido a una seguridad existencial por el solo hecho de cuidar de otro ser humano, como si eso me convirtiera en alguien diferente a la que he sido hasta hace poco.


Con el apremio de quien transita en medio a una pandemia, me fui a comprar inciensos y zapatos, que – según Fabián – me los merecía, jeje. Cuando llegué a casa, la beba estaba despierta! La saludé y se durmió. Luego la amamanté, regalonee y a los brazos de Morfeo nuevamente, lo que me permite estar relatando esto. Mi casa huele a incienso de lavanda, la beba duerme, hay poca loza que lavar, Fabián ordenó el living y lavo ropa; ahora solo nos resta tomar once y comenzar a hacer mi banco de leche. Hoy todo ha fluido en la nueva normalidad.

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