martes, 3 de enero de 2017

De marchas y cafés.

“Son  los mapuches. No me interesa, yo solo quiero llegar a mi casa”, refunfuñaba la mujer que conducía el coche en el cual llevaba a su hijo, en plena avenida O’Higgins de Concepción, en medio de la marcha por la libertad de la machi Francisca.

La convocatoria fue a las 19:00 en  la plaza de tribunales. Eran las 19:00 y solo se veía el transito normal en tan central plaza. Yo miraba desde el frente, mientras me tomaba un café. Entre sorbo y sorbo, miré nuevamente y de la nada se ve un gran grupo reunido: no cabía duda, eran los adherentes a la causa.

Entre gritos de marichiweu, rogativas a la ñuke mapu y comunicados, las alrededor de 300 personas escuchábamos con solemne silencio las palabras de las líderes mapuches. Ese fue un momento entrañable, emotivo: habían adultos mayores, adultos, jóvenes, matrimonios con sus hijos pequeños y adolescentes mostrando solidaridad con la machi.

Apenas salimos a la avenida O’Higgins, cortando el transito; un joven encapuchado lanzó una botella al bus de carabineros  - vulgo guanaco -. Yo iba cerca. Le grité. Grité con la autoridad correctiva que un profesor le llama la atención a un alumno que hace algo indignante: no lo pude evitar. El joven encapuchado observó con asombro mi 1.50m de rabia, mientras veíamos como  el guanaco doblaba lentamente desde la esquina hacia nuestra dirección, lanzando con fuerza el agua que dispersa toda causa. Corrí y me refugié en el café donde estaba en un comienzo, mientras, con mi pancarta en la mano, observaba como todos corrían.

A lo lejos se escuchaba un “libertad, libertad a la machi por luchar”, en medio de las bombas lacrimógenas, que en menos de 15’ no dudaron en lanzar carabineros. Fue en el contexto de la bomba que la joven madre que conducía el coche, refunfuñaba.

No culpo a la joven madre por su indiferencia: la prensa y la t.v chatarra son las grandes responsables. No culpo al joven encapuchado que lanzó la botella, solo erró de foco, su rabia lo cegó. Su falta de conciencia, el no poder identificar al real enemigo: la ignorancia. La ignorancia de la madre que conducía el coche, con su discurso individualista. La ignorancia del encapuchado, que imagina que con pequeños actos de violencia se solucionan o expresan las cosas. La ignorancia del gobierno con su falta de respeto, seriedad y solidaridad con la machi y el pueblo mapuche.

Creo que la resistencia y expresión pacifica es más fructífera: si esa botella no hubiese provocado a carabineros, hubiésemos podido marchar y terminar con un acto, tal como estaba planeado. Erramos el foco, tal como el joven encapuchado de la botella. El gobierno erra el foco, yo erro el foco. El orgullo erra el foco: el orgullo de tener la razón, de estipular que el más débil es el culpable, de jugar con las leyes y la justicia. La soberbia erra el foco: la soberbia de la ley antiterrorista, la soberbia del abuso de poder.


¡Líbranos, oh Eterno, de la ignorancia y la soberbia; del orgullo que nos individualiza y nos hace indiferentes!

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