Desde agosto que estoy leyendo Rayuela. Hace muchísimo
tiempo que quería leerlo, pero no tenía dinero para comprarlo y en las bibliotecas
públicas nunca lo encontré. Ahora que tengo dinero, no hay librería en mi ciudad. La vida a veces suele ser cruel.
Recuerdo que un día le dije a mi sobrino Vicente – que sacó los genes
lectores familiares – que un día alguien me regalaría este libro. Confieso que
no son adepta del pensamiento positivo ni nada por el estilo; pero sabía que
ese libro llegaría a mí; yo ya había
llegado a él, pero faltaba la aproximación final. Y fue así que en agosto del
2014, en pleno futuro, recibí de manos de mi más reciente amiga, la magia
cortaziana.
Leí tranquila y hedonisticamente.
Ya pasé el capítulo 54 hace meses. El resto lo leo cuando realmente quiero
sumergirme en el libro y en el universo Cortázar. Y esto del movimiento
browniano me tiene loca. Es tan real, tan fidedigna la propuesta de Julio!. La vida
es un infinito movimiento browniano. Es increíble cómo términos biológicos se
pueden aplicar a la vida diaria, metafóricamente, pero no menos real.
Andamos así, en el vaivén de la
vida. Muchas cosas que vivimos en la actualidad, ya las experimentamos en el pasado; pero siempre se convierten en
algo nuevo: nuestra memoria es corta o las distancias son muy extensas, no lo
sé.
Lo del futuro siempre es nuevo y
extraño. Generalmente nunca se relaciona
con cosas que hemos vivido: el misterio es uno de los mayores desafíos. Este libro
me parece fantásticamente infinito, como las sensaciones, como los recuerdos, como
los amores, como el camino; como los vaivenes de la vida, como encontrarse con
los mismos árboles en diferentes lugares del camino. Bendito Cortázar, la Maga,
Horacio, Traveler y todos los demás.
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