Muchas cosas tienen nombres
similares – o incluso iguales – lo que nos suele producir una cierta confusión
si nos referimos a tal o cual persona. Sin embargo me he dado cuenta que cuando
nombramos a personas por su nombre completo, hay algo de absoluto en eso.
Nombrar por completo, referirse a
todo el ser, es citarlo con todo lo que
representa y significa, sin nada que falte. Un nombre completo pronunciado es
un manifiesto ontológico, una declaración tácita de que me dirijo a él – y exclusivamente
a él – sin confusiones, en forma transparente, sin subterfugios. Cristalino,
pausado y completo: sin lugar a dudas, sin nada que se interponga en lo que se
dice y entre los interlocutores.
Creo que es por eso que mantengo
siempre mi nombre completo oculto. Son pocos los que lo conocen; porque son
pocos los que me conocen. Justamente para no mostrarme por completo al mundo;
para que no me mencionen por completo. Casi siempre en un eclipse. Casi
siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario