Yo era una mujer de mar,
de arena húmeda,
de pasos grises que dejan huellas;
de vuelo de gaviotas,
de niebla salada.
Ahora escucho trinos nuevos,
el aire ya no es salado,
es transparente y helado, como un cuchillo,
y como un remolino entra a mis huesos.
El sol no entibia,
en el borde del ocaso, la luna - si bien presente - no ilumina.
Ráfagas grises salen de los techos,
autos a lo lejos andan como mudos,
y yo - de tanto caminar - creo que he encontrado un lugar acogedor.
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