miércoles, 14 de mayo de 2014

A la más reciente y querida washis
Kierkegaard tenía razón:
El desespero humano viene cuando nos sumergimos en nuestro yo
Y nos encontramos con nosotros mismos.
Yo soy lo que conozco de mí misma;
Y al mismo tiempo que anhelo  ser yo
Es cuando quiero dejar de serlo.
Ya sabía Freud del dualismo humano.
Este yo que, infelizmente, conozco a lo lejos,
Al cual me niego y rechazo,
Es el que vislumbras de soslayo,
Es una visión desde un punto diagonal difícil,
Lamento que lo percibas.
Me alejo de este yo diagonal,
Paranoico, desconfiado,
Temeroso, agudo, desagradable;
Busco la redención,
El perdón, el olvido del agravio:
He quemado mis manos tratando de redimirme,
Mis rodillas se hielan con el viento cordillerano que entra por nuestra puerta,
Mis párpados me pesan, mi corazón está cual fierro:
No por lo duro, sino por lo pesado.
Anda, duerme y olvida,
Que Morfeo acabe con la noche,
No nos caigamos de la silla; mantengamos el equilibrio en este mundo de sueños.
Y si esta no es mi mejor poesía,
Ciertamente es la más humilde y entrañable,

Tu bien lo sabes.

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