viernes, 26 de abril de 2013

El Tatuaje



09:43 de la mañana. Salgo de la ducha, veo la hora en el celular: Una llamada perdida. Suena nuevamente: “Tassy llamando”.
-¿Tu interfono no está funcionando?
-No sé, ¿por qué?
-Hace rato que estoy aquí abajo tocando y esperando.
-Me estoy vistiendo, ¿quieres que te tire la llave por el balcón para que subas?
-¿Te vas a demorar mucho?
-No, rapidito me arreglo.
-Ok, te espero aquí.

Me arreglé rápidamente y bajé. Fuimos avenida abajo, para hacer mi tatuaje, el primero del cuerpo. Mientras caminábamos, la colocaba al día de todas las conversaciones, copuchas, acontecimientos varios que ella se había perdido desde que salió nuestro trabajo. Entre conversa y conversa, llegamos donde “Wesley Tattoo y piercing”.
-Hola,¿como estas?
-Bien, bien.
-¿Tu eres la de las 10:00 cierto?
-Sí.
-¿Trajiste el pen drive con la imagen?  Es que mi compañero no salvó tu imagen en el PC.
-No lo traje, pero búscala en internet.
-Estoy sin internet, se cayó.
Pensé  que era una señal para no marcar mi inmaculado cuerpo, pero como no creo en señales, me quedé quieta, yo y mi resfriado.
-Voy al ciber que está aquí al lado y te la salvo. ¿Cómo era la imagen?.
-Era un reloj de arena con rosas al lado, estilo tribal.
-Ok, vuelvo luego.
Mientras eso ocurría, esperaba con la Tassy, ambas sentadas en un solo sofá. Afortunadamente somos flacas. En el otro sofá, un casco sentado.
-Listo. ¿Esta es la imagen?
-Sí, la misma.
-¿Quieres la mayor o la menor?
-La menor, pero en lugar de rosas, quiero unos pajaritos volando.
-Ok, todo bien.
Esperamos un par de minutos, cuando, de la sala pseudo quirófano sale Wesley Tattoo con su ropa negra, como antagónico de los médicos.
-¿Lista?
-¡No! (risas)
-Ok, acuéstate en este lado para que quedes más cerca de mí. ¿Te lo vas a hacer en la cicatriz de la operación de apendicitis?
-Creo que no, quedaría poco estético.
-Sí, y a la hora de sacar foto va a quedar hinchado.
-¿Vas a sacar foto?  No es necesario.
-Ah, ok… no problem, sin foto.

Esa cosa de la foto me dejó tan desconfortable!. Es la primera vez que, en mis 29 años, me hago un tatuaje. Para mí se convirtió en algo mucho más que estético, se convirtió en algo simbólico, internamente simbólico. ¿Foto? ¡De ninguna forma!, es algo tan importante y representativo para mí que no quiero publicidad, ni propaganda, ni álbum facebookiano, ni que “les guste” mi barriga en el ciber espacio. Sería como sacar una foto del primer beso, o de la primera vez. No. Quiero algo especial, intimo, tridimensional, palpable. Que quien vea mi marca sean solo mis amigos para los cuales me levante la polera, o para alguien especial que ande respirando por esas estepas. Quiero este reloj, este tiempo solo para mí, existente solo en el mundo real, compartido solo con los íntimos, pues eso es lo que es, algo íntimo.
-¡Ay!  ¡Me duele!  ¡Ay! Conchesumadre’, ay ay ay, ¡Necesito morfina! , marihuana. Debí haber bebido antes de venir.
-Si quieres parar, avísame.
-Ok, ¡para! (risas)

No recuerdo haber sentido tanto dolor en tan poco tiempo. Parecía que mi carne estaba siendo cortada de a poco, como si me sacaran un pedazo de carne. Miles de expresiones tomaron cuenta de mi rostro. Como último recurso, decidí morderme el brazo, para yo misma controlar el dolor y que no fuese controlado por una máquina de la familia odontológica.
-Piensa en una cosa buena, en la playa, relájate.
-No Tassy, quiero disfrutar mi dolor, aprovecharlo al máximo.
-¿Te vas a demorar mucho?
-Una hora más o menos.
Una hora de dolor, de miles de agujas por segundo entrando en mi piel blanca, en mi carne trémula. Después de una hora y algunos minutos, Wesley Tatto dijo:
-Ok, está listo.
-¡Yupi!
Con el cuerpo adolorido por causa de la gripe e del tatuaje, salimos de Wesley Tattoo. Me despedí de la Tassy, llamé al trabajo avisando que iba al hospital y tomé el autobús.
Caminaba lento, por causa del dolor, y, a pesar de sentirme mejor, iba caminando a Primeros Auxilios. Llegué, hice mi ficha y leía Hilda Hilst mientras esperaba.
-Daniela Antonieta Vidal Ruiz.
-Sí, soy yo.-
-Entre.
Midieron mi presión, 10,7. Me evaluaron y no tengo dengue, solo una gripe y las amígdalas inflamadas. Me recetaron unos medicamentos, pero ¡medicamentos las pelotas!, no me gustan. Me compré un frasco de miel, limón y naranjas. Sin embargo, antes de eso, llegué a la casa, hice almuerzo; almorcé y bebí unas copas de vino tinto. En Chile tratamos a la gripe así, con vino tinto para calentar el cuerpo.
No fui a trabajar, “foda-se”; no porque la doctora no me diagnosticara dengue significa que estoy sana. Que lo descuenten de mi sueldo, poco me interesa.

Ahora, anestesio el dolor con una copa de tinto chileno, en el balcón de mi casa. Hago un brindis por Bukowski y su visión del trabajo, por Hilda Hilsst y sus dilemas existenciales; y por lo íntimo y sublime de mi reloj de arena, que va contando el tiempo en forma silenciosa, real, en blanco y negro, oculta, pero existente; revelada a unos pocos, pero totalmente relevante. Carpe Diem. ¡Salud!

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