Es evidente que los tiempos
que estamos viviendo – de crisis social y de salud – sale a flote lo mejor y lo
peor del ser humano. En realidad, nos volvemos transparentes, se muestran lo
más íntimo de nuestros deseos, sentimientos e impulsos.
Cuando veo noticias sobre
encuentros y desencuentros en las calles, por personas que desobedecen la
autoridad, por autoridad que desobedece a las personas y al sentido común; me
llama mucho la atención que en situaciones tensas entre la autoridad y los civiles
es el sentido común lo que menos prima para solucionar los problemas,
manifestando un apego irracional a la ley, a lo “correcto”, amparado –nebulosamente,
por decir lo menos – en lo justo.
Y cuando hablamos de
justicia, sabemos que puede ser subjetiva e imparcial, es por eso que acudo a
la sabiduría que mi fe proclama, en busca de una directriz y luz para entender
los desencuentros entre autoridad y civiles; principalmente cuando veo a
mujeres mapuches en conflicto con la autoridad local en Temuco.

El profeta Isaías también
vivió en una época de desigualdades sociales y confusión en cuanto a lo que era
justo y correcto. Y cuando se encontraba frente a estas encrucijadas, el Espíritu
de Sabiduría lo inspiró a proclamar:
¡Ay de los que dictan leyes injustas y emiten decretos opresivos! Con ellos
evitan la defensa de los pobres, y les niegan la justicia a los afligidos de mi
pueblo; ¡despojan a las viudas y les roban a los huérfanos!
(Isaías 10:1-2)
Es sabido que las viudas y
los huérfanos eran las personas que socialmente debían ser más protegidas;
justamente porque eran ciudadanos vulnerables, generalmente pobres. Todos los judíos
debían servir a su Dios sirviendo también a ellos, auxiliándolos y defendiéndolos
siempre de cualquier tipo de opresión. Pero en el tiempo de Isaías ocurría todo
lo contrario: los que dictaban las leyes no defendían a los pobres, sino que
los oprimían y les negaban sus derechos básicos. Me imagino al profeta
proclamando esto mismo por las calles de Temuco, añadiendo:
Oprimen
a las mujeres mapuches y les impiden ganarse su sustento con el fruto de sus
manos.
En toda ocasión, los profetas bíblicos llamaron a
seguir lo recto y lo justo, como un sabio camino para servir y estar cerca de
Dios. Continúa proclamando Isaías:
y
aprendan a hacer lo bueno! ¡Busquen la justicia! ¡Reprendan a los opresores!
¡Hagan justicia a los huérfanos y defiendan los derechos de las viudas
(Isaías 1:17)
Independiente de nuestra fe
(o ausencia de ella) cada uno tiene grabado en lo más íntimo de su ser lo que
es correcto y justo; ahora, que lo legal ampare la injusticia es un tema que
debe debatirse sobre todo en la sociedad chilena que estamos viviendo y
re-creando, porque al parecer el principal problema es ese: lo legal ampara la
injusticia; convirtiendo lo injusto en legal.
Existe la normativa de la eliminación
del comercio ambulante, eso está claro: vemos como el comercio establecido es
perjudicado por el ambulante, lo que tampoco es justo para ellos en la venta de
ropa, artículos de sobre consumo, ¡plásticos miles! que corren al ver venir a
Carabineros. Pero, ¿Qué hay de peligroso en una mujer con sus verduras? ¿Dónde
está la ilegalidad? Por años ellas han vendido en esa avenida de Temuco, porque
es una de las más concurridas. ¡Cual es el temor? ¡Que sus plantas de toronjil
compitan con los ansiolíticos y psicotrópicos de las farmacias cercanas? ¿Que
las personas prefieran comer una manzana en lugar de una hamburguesa del payaso?
Personalmente creo que la mujer mapuche, que planta, ve crecer, cosecha,
respeta y sobrevive de sus hortalizas, del fruto de la tierra y de su trabajo, deberían
ser proclamadas patrimonio vivo de la humanidad. Mal que mal, estaban aquí antes
de que todas las “legalidades” se instaurasen.
Por fe veo al profeta gritar
en las calles, deambulando de un lado para otro, haciendo de escudo humano para
proteger a las mujeres. Pero mientras tanto, lo legal; lo importante es
preocuparse de “hacer justicia”. Por otro lado nosotros, preocupados de mil
cosas: primero de sobrevivir ante todo esto, de que nuestras familias estén
bien; aprendiendo a lidiar con las incertidumbres de los días actuales; algunos
más alarmistas viendo las señales del fin por todos lados, en abejas asesinas, virus
venidos de una conspiración mundial, terremotos y trompetas en el cielo. Y ya
que solemos ser tan apocalípticos para todo, esto me hace recordar las palabras
de Jesús cuando la multitud le insistía que hablase sobre el fin de los tiempos
y el juicio de las naciones. Magistralmente, Jesús relaciona lo apocalíptico con
lo presente, importante y justo, registrado en el Evangelio de Mateo 25:31-45.

tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de
beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me cubrieron; estuve
enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.
Dios! Jamás te hemos visto así!, dijo un grupo. A
lo que Jesús responde:
De
cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños,
por mí lo hicieron.
Y el otro grupo, aturdidos de la impresión, se
defiende: ¡Nosotros no te hemos visto así tampoco! Y Dios, me imagino que con
una mirada que expresara un “¡inconscientes, no entendieron nada!” les explica
que si no lo hicieron con los más pequeños, débiles, desprotegidos; tampoco lo
hicieron con Él, porque en realidad nunca han estado con Él y en Él. Ante eso,
solo resta el imperativo “¡apartense de mi! El lugar de ustedes no es ni nunca
ha sido el de la divinidad, sino el de las tinieblas.
Esto me hace preguntar: ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Cómo
reaccionaremos frente al débil, pobre y necesitado? ¿Cuál es nuestro proceder
frente a las injusticias? ¿Cómo podremos distinguir entre el oprimido y el
opresor? Cuando se me presentan también estas dudas, las Sagradas Escrituras
siempre me dan la directriz , luz y discernimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario