jueves, 8 de noviembre de 2018


JESSE PINKMAN Y EL ARREPENTIMIENTO COMO BIEN MORAL QUE CONDUCE A LA LIBERTAD.


Al son de la lluvia y en las altas montañas


“Te gustó?” me preguntó cuando le conté que había terminado de ver Breaking Bad; serie que él mismo me había recomendado ver un par de meses atrás.

“Me gustó toda la trama más que el final”- le dije.

Me dijo que estaba bien, así; con una mano con el dedo pulgar hacia arriba.

Luego me fui a duchar, y en esos momentos de tibia reflexión, cuando pienso lo que he dicho y  recuerdo todo lo acontecido en el día, me di cuenta que hubo un desenlace que realmente me gustó: la huida libertaria de Jesse Pinkman.

Jesse Pinkman siempre fue un buen tipo, influenciable y frágil como la mayoría de los jóvenes cuando pasamos los 25; esa tierra nebulosa que nos hace perdernos entre adultos y post adolescentes. Pinkman, si bien participó de todos los delitos de su profesor, socio y amigo Walter White, siempre se mostró muy consciente del mal moral que se producía ante cada decisión fatal que tomaban como sociedad.

Se infiltró en un grupo de recuperación para personas adictas solo para ofrecer la dañina droga a sus supuestos compañeros integrantes, pero eso siempre le pesó; a tal punto que en una escena-  ya al borde del colapso histérico y contradictorio de culpa- le confiesa al guía del grupo que no lo consolara tanto ni lo tratara bien. “Soy una mala persona”, dijo Pinkman. Estoy aquí para hacer reincidir a los que están aqui. “Vendo blue”, la metanfetamina más pura que había aparecido en las calles.

Incapaz, a diferencia de todos sus compañeros, de maltratar y matar niños; siempre defendió lo correcto en un mundo donde debía hacerse lo necesario para estar bien, incluyese eso o no el acabar con el otro. A pesar de haber deseado mucho el dinero reunido con la venta de metanfetaminas, ni el chantaje que recibió para no salir del negocio de las drogas fue suficiente para mantenerlo ahí. Y al final, cuando por remordimiento Heinsenberg le entrega la parte que le corresponde, éste no soporta tenerla, porque está manchada de sangre.

En un acto enajenado, sale por las calles tirando fardos y fardos de dinero. Le ofrece su fortuna a un pobre anciano, renunciando a él por completo. Quiere acabar con su profesor; aunque más que acabar con él, lo que quiere es acabar con lo que representa, acabar con la injusticia e impunidad porque “él no puede hacer siempre lo que quiere”, tal como le confesó al entonces vivo Hank, jefe de la DEA.
El arrepentimiento, la consciencia de justicia del joven Pinkman y la lucha dualista de quien está recién conociendo como funciona el sistema, hace de este personaje uno de mis favoritos de la serie, como ideal romántico de justicia y verdad.

Vio morir a las personas que más quería y fue obligado a cocinar blue amarrado a una cadena, en un laboratorio ajeno, cual perro enjaulado; viviendo en paupérrimas condiciones. Sin embargo no había placer ni voluntad en ese cocinar: estaba encarcelado en un cuerpo que tenía que hacer movimientos que no quería.  Y como no había voluntad ni placer en su hacer, y como siempre hubo arrepentimiento y remordimiento en cada uno de sus actos calificados como sin ética, llegó su libertad. Paradójicamente fue de la mano de su antiguo profesor, al que pudo decirle por segunda vez que no haría lo que le estaba pidiendo: asesinarlo. La primera libertad de Jesse fue mantener su voluntad y decir que “no”; la segunda fue verse físicamente fuera de todo lugar que le vinculase a la metanfetamina. Todos los involucrados estaban muertos. Solo Pinkman sobrevivió. Pinkman y Saul, otro intermediario de voluntad presa.

Pareciera que el arrepentimiento y la consciencia siempre nos libera; ya sea este un pensamiento bucólico o que se refleja en la realidad, pareciera ser al que siempre se aspira, el que nos conduce a un bien mayor, de orden superior, donde la perfección se completa de forma bella, clara y transparente, como la sonrisa del joven personaje al verse libre, yéndose en el auto, siendo completamente dueño de la carretera y del destino, derribando a gran velocidad la reja que lo mantenía preso como última frontera. La consciencia del arrepentimiento o la visión de error que seamos capaces de tener y observar en nosotros mismos, es y será proporcional a nuestro grado de libertad.



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