JESSE PINKMAN Y EL ARREPENTIMIENTO COMO BIEN MORAL QUE CONDUCE A LA
LIBERTAD.
Al son de la lluvia y en las altas montañas
“Te gustó?” me preguntó cuando le
conté que había terminado de ver Breaking Bad; serie que él mismo me había recomendado
ver un par de meses atrás.
“Me gustó toda la trama más que
el final”- le dije.
Me dijo que estaba bien, así; con
una mano con el dedo pulgar hacia arriba.
Luego me fui a duchar, y en esos
momentos de tibia reflexión, cuando pienso lo que he dicho y recuerdo todo lo acontecido en el día, me di
cuenta que hubo un desenlace que realmente me gustó: la huida libertaria de
Jesse Pinkman.
Jesse Pinkman siempre fue un buen
tipo, influenciable y frágil como la mayoría de los jóvenes cuando pasamos los
25; esa tierra nebulosa que nos hace perdernos entre adultos y post
adolescentes. Pinkman, si bien participó de todos los delitos de su profesor,
socio y amigo Walter White, siempre se mostró muy consciente del mal moral que
se producía ante cada decisión fatal que tomaban como sociedad.
Se infiltró en un grupo de
recuperación para personas adictas solo para ofrecer la dañina droga a sus supuestos
compañeros integrantes, pero eso siempre le pesó; a tal punto que en una
escena- ya al borde del colapso histérico
y contradictorio de culpa- le confiesa al guía del grupo que no lo consolara
tanto ni lo tratara bien. “Soy una mala persona”, dijo Pinkman. Estoy aquí para
hacer reincidir a los que están aqui. “Vendo blue”, la metanfetamina más pura que había aparecido en las calles.
Incapaz, a diferencia de todos
sus compañeros, de maltratar y matar niños; siempre defendió lo correcto en un
mundo donde debía hacerse lo necesario para estar bien, incluyese eso o no el
acabar con el otro. A pesar de haber deseado mucho el dinero reunido con la
venta de metanfetaminas, ni el chantaje que recibió para no salir del negocio
de las drogas fue suficiente para mantenerlo ahí. Y al final, cuando por
remordimiento Heinsenberg le entrega la parte que le corresponde, éste no
soporta tenerla, porque está manchada de sangre.
En un acto enajenado, sale por
las calles tirando fardos y fardos de dinero. Le ofrece su fortuna a un pobre
anciano, renunciando a él por completo. Quiere acabar con su profesor; aunque
más que acabar con él, lo que quiere es acabar con lo que representa, acabar
con la injusticia e impunidad porque “él no puede hacer siempre lo que quiere”,
tal como le confesó al entonces vivo Hank, jefe de la DEA.
El arrepentimiento, la
consciencia de justicia del joven Pinkman y la lucha dualista de quien está recién
conociendo como funciona el sistema, hace de este personaje uno de mis
favoritos de la serie, como ideal romántico de justicia y verdad.

Pareciera que el arrepentimiento
y la consciencia siempre nos libera; ya sea este un pensamiento bucólico o que
se refleja en la realidad, pareciera ser al que siempre se aspira, el que nos
conduce a un bien mayor, de orden superior, donde la perfección se completa de
forma bella, clara y transparente, como la sonrisa del joven personaje al verse
libre, yéndose en el auto, siendo completamente dueño de la carretera y del
destino, derribando a gran velocidad la reja que lo mantenía preso como última
frontera. La consciencia del arrepentimiento o la visión de error que seamos capaces
de tener y observar en nosotros mismos, es y será proporcional a nuestro grado
de libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario