No
sé en qué momento pasó. No sé en qué momento me perdí. Lo último que recuerdo de mi es que iba avanzando
perpendicularmente al camino, incluso era incapaz siquiera de escribir sobre conflictos.
Fue
justamente la reflexión del tema que me
llevó a un sinsabor gris y patagónico. Sucedió
como si la verdad comenzara a mostrarse lentamente: La Aletheia.
“A-letheia aquello que no está oculto”.
Esta palabra no existía en la Grecia presocrática, es por eso que Parménides
tuvo que inventarla.
Tal
vez el conflicto salió a flote cuando comencé a ver y percibir la verdad que siempre estuvo frente a mí y yo,
tan miope que soy, no la podía percibir. Tan crédula que soy, que siempre
justifiqué todo; tan pequeña que soy, que dejaba pasar todo por alto. Me di
cuenta que las flores que decoraban mi alma ya no eran suficientes; necesitaba
un jardín con más cemento, ceniciento; gris, solido; que me hiciera sentir
menos; que me anestesiara; que me hiciera ignorar la indiferencia que sin
desearla me regalaban. Algo que me permitiera exagerar menos, tener todo bajo
control, aun reconociendo mi caótico orden. Que me permitiera sumergirme en la
verdad local y que me trajera a flote, para poder continuar avanzando perpendicularmente al camino.
Las
gafas y lentes me permiten disimular; la lluvia siempre hace que andes con la
miraba baja. Al pronunciar las palabras que describen la realidad - y al mismo
tiempo darse cuenta de ella - es donde
se produce la catarsis individual que te muestra la verdad. Tal vez un poco
menos que catarsis (porque no te liberas de nada, solo asimilas), es apenas el
paso de lo emocional a lo racional: el encuentro entre ambos. La contemplación
de sí mismo en el escenario en que se encuentra, con todos los detalles estéticos,
poéticos, prácticos, concretos y reales: es la palabra pronunciada hecha
realidad, es la perspectiva concreta, sin subterfugios, sin prismas, humos ni
neblina: lisa y llana. Verdad es verse existencialmente cohesionado en el
escenario completo: Es admitirse y admitirlo, asimilarlo y asimilarse, enfrentarlo
y enfrentarse – unir los fragmentos de sí -, aguantarse y aguantarlo,
resistirlo, comunicarlo.
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