Al sonido de la lluvia
Hace pocos días llegué a mi tierra natal. Evidentemente estoy feliz por
regresar después de un año y medio de
ausencia. Estoy feliz porque estoy nuevamente con mi familia, con mis amigos,
por hablar mi idioma, por ver la lluvia constante, por hablar chilenismos, por aprovechar
el tiempo que no vuelve.
Estoy feliz porque por primera vez podré votar en una elección
presidencial. Solo que aquí surge el primer problema: por quién votar?. Siempre
he intentado estar a la par de la actualidad política nacional y al hacerlo,
cada vez me decepciono más. Una “unión socialista y democrática” llamada
Concertación (la ahora Nueva Mayoría , que de nueva no tiene nada), que lleva
como adorno el nombre de socialismo. Durante 4 gobiernos se ha rendido al
capitalismo y neoliberalismo de la gran aldea mundial. Se dicen divergentes de
la “derecha”, pero están todos dentro del mismo saco. Son ellos los que tienen
universidades privadas donde lucran con la educación, son ellos los dueños de
las grandes pesqueras, amigos de las grandes empresas mineras internacionales. Votar
por cualquiera de ellos daría en lo mismo, lo mismo y lo mismo; y de eso estoy
cansada. Cansada de que nos roben, de que los delincuentes con corbata y
apellidos singulares deban apenas ir a clases de ética, mientras continúan enriqueciéndose
a costa de nuestras enfermedades. Con un panorama así, nada me motiva a votar.
Lo segundo lo veo en las noticias, cuando encuentran a un “hijo del
chupacabras”, el mito (¿mito?) latinoamericano. Se lo han llevado para hacer
miles de investigaciones, pero nadie nunca ha dado una respuesta satisfactoria:
nunca!. Como siempre sucede con los temas turbios.
Luego, un joven trabajador del Estado Americano decide delatar que el
gran Tio Sam espía a todos los países, incluso a nuestro Chilito lindo y
querido; haciéndonos sentir dignos protagonistas de 1984 o de Un Mundo Feliz.
Parece que las películas y literatura no es solo ficción; nos comandan, nos
controlan, nos dicen lo que pensar; lo sabemos, pero no lo podemos evitar.
Me canso de ver noticias y decido salir. El lunes fui a comprar a una
tienda de uno de los dueños de Chile: Almacenes Paris. Pucha, soy mujer, soy
una hija de este siglo, me gusta la ropa bonita y barata; me gustan las
promociones, aun sabiendo de que en realidad no es una promoción real, porque
aún con precios rebajados al 50%, la tienda lucra grandes cantidades. Miro y
miro ropa, y me digo a mi misma que no compraré nada, a no ser si encuentro un
vestido que me guste. No lo encuentro ufa!, entonces nada compro. Nada, hasta
que encuentro una casaca de cuero roja. Era linda, talla S, en oferta. La miré
y solo la admiré; no la iba a llevar; pero estaba con mucho descuento. Me la
pruebo. Me queda bien, me veo linda con el rojo:, y como es corta y justa,
acentúa mi cintura. ¡Excelente!. La llevo a la caja, pago en efectivo con la
tarjeta. Me hacen un descuento considerable, y la llevo a un precio mucho más
barato. Sé que, a pesar de pagar poco, ellos continúan lucrando a diestra y
siniestra. Talves un niño corto, costuró, pintó esa casaca, es lo más probable.
Me sentí horrible, pero me veía linda. No me culpen, soy una hija de esta época.
En la noche veo un reportaje y nos muestran que nos engañan con la información
nutricional del pan integral, aceites y verduras orgánicas. Nos engañan. Nos llenan
de grasas, de pesticidas, nos roban el sentido de confianza, nos desorientan;
nos matan de a poco. Y dentro de todo este ambiente turbio, ceniciento, hostil,
terrorífico, horroroso; ¿que nos queda? ¿Que
nos queda?. ¿Apagar el televisor, irse a
un lugar apartado y morir feliz?. En un mundo hostil donde no sabemos quién es
quién, donde nos envenenan día a día, lo único que nos queda es rescatar el
poco de luz que hay a nuestro alrededor. Ese que nos brinda la familia, los
amigos, los animales, el sonido del mar. Aferrarnos con todas nuestras fuerzas
al poco de aliento que nos queda y aprovechar al máximo todo tipo de amor, todo
gesto, toda ternura, toda amistad; todo lo que nos sirva para iluminar y
perfumar este mundo hostil; todo lo que nos brinde un color a la vida: todo
sirve.
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